Archive for agosto 2006

La mano danzarina

sábado, 26 de agosto de 2006 § 2


Pensaba en la blancura y en esta certeza: su reino existe. Si para alguien como la pequeña Monelle esto ya es un motivo debe ir hacia allá, pero nunca sola. ¿Es que detrás de todas las rutas nubladas y temibles, no está una mano ajena, pero muy cercana, que sabe el secreto, los verdaderos deseos de Monelle? si no los sabe, al menos desea saberlos, porque los presiente en magnitud. Esa mano es quien se mueve, es la misma que existe detrás de cada historia obscura, la mano blanca, cercana y ajena, tejiendo silenciosas rutas.
A El libro de Monelle le falta nombrar su propia mano, pero existe, está ahí de modo que es ella quien hilvana los deseos, urga en lo secreto y le permite a ella, la triste niña, alcanzar el reino blanco. La mano es en realidad el alma de aquel reino.

La mejor de mis recomendaciones

jueves, 17 de agosto de 2006 § 1

El libro de Monelle

Marcel Schwob (1867 1905)

Por Ana Carolina Corvera García

Sobre las turbaciones y los espasmos, el también autor de Vidas imaginarias no hubiese escrito palabra favorable, acaso alguna vez haría sólo una advertencia que rezaba “la timidez –en su calidad dubitativa- es la madre de todas las mediocridades”. El no vacilar es lo que Schwob alabaría, pero ¿cómo mantener la serenidad, ante un libro como el de Monelle? ¿cómo no detenerse y flaquear ante cualquiera de sus hermanas, esas que son todas y y una al mismo tiempo? Pareciera que el libro está hecho para ser una encrucijada, en la que se evidencia todo aquello frente a lo que no debemos detenernos.
Construído entre el aforismo y la prosa poética, el libro de Schwob es aún joya desconocida. Ya en un prólogo José Emilio Pacheco lo mencionaría, recordando al magnífico escritor francés como un inventor incluso de su propio destino, al momento de (pre)destinar, según su temperamento, una obra con valor universal a un casi total olvido, y es que Schwob ha alcanzado, sin embargo, “el mayor y el único verdadero triunfo al que pueden aspirar los escritores: entrar en comunicación íntima con unas cuantas personas que se acercan a sus libros”. [1]
Monelle, la pequeña vendedora de lámparas, aparece solamente cuando el silencio le guía hacia alguna pena; es hermosa, no por la finura de sus rasgos, cuyas características por cierto son desconocidas, y tampoco por la nobleza de sus sentimientos. A ella, la pequeña prostituta que es una y todas sus hermanas a la vez, la embellece su presencia noctura, onírica, siempre distante y a pesar de todos, fugaz. Monelle aparece siempre en el momento adecuado, cuando no hay ni voces ni recuerdos. En cuanto se asoma alguna idea, ella se va.
Y es que Monelle es dueña de un secreto que es preciso descifrar; no es causalidad el que jamás esté junto al sopor de las luces, sino únicamente en las noches, pues es en ellas donde comienza el verdadero camino, en el que el juego, los olvidos y la idea de verdad cobran nuevos significados. Ahí, en esas tres palabras está quizá por completo el secreto de Monelle, un secreto que no deja de provocar espamos, de ponernos tímidos con la fuerza de los aforismos porque su perspectiva del mundo es cruel a ratos pero cierta, y porque lo oculto está al mismo tiempo grande y claro en el transcurso de las páginas.
El recorrido se hace a través de cada las de hermanas, que son todas y al mismo tiempo sólo una, pequeñas diosas que con su terrible pureza nos llenan de espanto: pocos pensarían que en un silencio infantil estuviera la satisfacción de una muerte segura, o que durante el juego una nuca lechosa y delicada escondiera todas las sensualidades y que ahí hubiera claros indicios del secreto, de la verdad. Los personajes podrían parecernos ajenos en un principio, sin embargo, es tan sencillo entrar en comunión con cada uno, por más terrible y hasta insospechado que nos parezca porque las suyas son de las más puras inclinaciones humanas. Cada relato entreteje una metáfora que está ahí, oscilando tranquila, a la espera de saber cómo es ella misma un delicioso misterio.

[1] Prólogo a “La estrella de madera”. Revista Fractal.

Encuentro 1: generalidades

domingo, 13 de agosto de 2006 § 4


“Hablar mucho de uno mismo también es una forma de ocultarse”
F. Nietzche

Me gusta el danzón y el rubor grasoso de las palomitas. El silencio me parece el mejor de todos los lenguajes, a diario lo practico. Las cosas entrañables siempre llevan las palabras simple, dulce, delicado y terrible. Prefiero la noche, ahí el aire no es como acostumbra, a veces, cuando nadie lo piensa, es mucho más ligero y nos hace creer que todo es posible, lo mejor es que el efecto puede ser duradero. Mi rodilla izquierda es la única que baila, chachachá para ser precisos, a la derecha le gusta seguirme con las percusiones. El corazón, me lo han dicho, lo tengo de agua: oscila casi siempre y es adicto a la contradicción.
Los insectos – sabes de mi afición a los insectos- son más que seres, situación extraña, les amo y les temo, como se hace con lo puro e inmutable, lo que es ley.

Me acerco cada vez a la puerta. Lo dejo aquí, por ahora. No deseo entorpecer esta creencia: el secreto siempre ha estado vacío.

La terrrible búsqueda

§ 0


"Era una hermosa noche de otoño de veloces nubes. La luz, incierta, era justo lo bastante paciente para que Bohusch pudiera reconocer una lápida de mármol en la que podía leer, entre las crecidas ramas “Bitezlav Bohusch, portero ducal”. Y cada vez que el pequeño leía esto se ponía a cavar ávidamente, con las uñas, en la hierba y la tierra hasta que sentía un cansancio cada vez mayor, y el aliento de la tierra húmeda se hacía cada vez más pesado y nebuloso, y sus uñas empezaban a rechinar sobre la madera lisa del gran ataúd amarillo. Y se veía entonces de rodillas sobre el ataúd, en la sombría fosa, permaneciendo indeciso durante unos segundos. Hasta que encontraba, por fin, una solución: sin duda podría romperse esa tabla golpeando con la cabeza, igual como podía romperse un cristal. ¿No se habían reído siempre de él por lo duro de su cabeza?
Pues al menos iba a servirle para esto. ¡Crac! La tabla cede como un cristal, y Bohusch tiende su mano ardiente, saca de esa húmeda oscuridad el pecho de su padre y reviste con él, como con una coraza, sus tímidos hombros, vuelve a tender la mano y busca, busca con dedos convulsos, emplea también la otra mano, y no alcanza a comprender por qué sus dos manos que sangran no logran encontrar la voz de su padre."

Rainer María Rilke. El rey Bohusch.

Dulce y terrible, la exquisita combinación

§ 0


"Reinó un breve silencio, que yo corté con las palabras siguientes:
Esto me hace pensar en una jovencita. Puede decirse que, durante los primeros diecisiente años de su clara vida, ella no hizo sino mirar. Sus ojos eran tan grandes y tan personales, que todo cuanto recibían lo gastaban ellos mismos, y en todo el cuerpo de esta criatura joven, la vida se desenvolvía independientemente de ellos, alimentada de ruidos sencillos e íntimos. Pero, al finalizar aquella etapa, no sé qué suceso demasiado violento desordenó aquellas vidas distintas que apenas se tocaban: los ojos horadaron, en cierto modo hacia el interior, y todo el peso de afuera cayó, a través de ellos, sobre el obscuro corazón; y cada día se abismaba con tal fuerza en esas miradas altas y profundas, que, al fin, el corazón estalló como un vaso dentro del pecho angosto. Entonces, la jovencita se volvió pálida; se marchitó; buscaba la soledad para meditar. Y, por fin, obtuvo aquel silencio en el que los pensamientos no son perturbados por nadie.
-¿Qué? ¿Murió? – preguntó mi amigo, dulcemente, con la voz un poco ronca.
- Se ahogó en un estanque tranquilo y profundo, en cuya superficie se formaron muchos círculos que se ampliaron lentamente, hasta llegar a los nenúfares blancos, de modo que las flores, al ser bañadas por el agua, se hermosearon"


Rainer María Rilke. Historias del buen Dios.

Mi discreto mugido

sábado, 5 de agosto de 2006 § 2



"...Sin poner en esta estancia unas esperanzas concretas, para la menor de las cuales me siento demasiado exhausto..."
Rainer María Rilke
Todo cambia. La música es perfecta y yo sé alguno de sus secretos. Esta noche quiero, si se me permite, ser como un espejo. Deseo que anden como equinos todos los granos de arroz.
Atrapé el zapato.

Confesiones a Benvenuta

miércoles, 2 de agosto de 2006 § 0

París, 17, rue Campagne Première

1° de febrero de 1914

Interrumpe una carta a la mañana y dice:

Más tarde
Justo en ese momento llegó la femme de ménage para limpiar todo; muy lenta, llena las mañanas con nuevos chismes y no piensa siquiera que uno puede no querer escuchar. De esta manera uno permite que lo rieguen durante un rato, como a una planta en maceta, confiando en que la conocida generosidad de la naturaleza hará que esta humidité de algún modo contribuya a hacerlo crecer. Hélas, chère amie, estos personajes menores admitidos en la casa por su probada habilidad para para manejarse con los fastidiosos quehaceres domésticos, ¡de qué manera pueden convertirse en fuentes de ruidos, en un fastidio, en una verdadera molestia! Es como si uno hubiera comprado una serie de felpudos solo para tropezar con ellos en cuanta ocasión se presenta. Para abreviar hice lo que hago todas las mañanas después de haber sido regado lo suficiente: me desbordé.

(Fuente: Rainer Maria Rilke. Cartas a Benvenuta. Leviatán)

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