A veces, cuando me aman, el empeño es borrar la oscuridad en mi sonrisa, o el tiempo exagerado que dura mi silencio, y cuando mis ojos brillan como ahora, les asusta la posibilidad del llanto.
No deberían preguntarse cómo o qué tan duros fueron otros tiempos, tampoco deberían pensar en cómo hacer que los olvide. Yo misma he sido muchas, y al paso de los años con todas ellas se ha construido lo que soy.
Deberías pues, amarme por esta mirada perdida, envuelta en un gesto cada vez más ausente, deberías besar cada una de mis lágrimas y abrazar mis episodios más tristes y mis errores graves. Deberías esperarme, no avanzar solo, sin mi.
A fin de cuentas ¿no es por todo el pasado -igual el tuyo que el mío- que ahora estamos aquí, en el mismo camino?
*Fotografía de mi talentoso cuate Hector García, "Entre los pies de San Ignacio" Guadalajara.