“El poeta, lo sabemos, no se hace solo. Sus lecturas, sus obsesiones, sus santos patronos de la poética, se van encargando de hacerle la vida menos escabrosa” dijo Margarito Cuellar al referirse a Regla de tres, de Javier Acosta, durante la presentación de las dos últimas ediciones de los libros ganadores del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde.
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Presentación de Regla de Tres
jueves, 20 de diciembre de 2007 § 4
“El poeta, lo sabemos, no se hace solo. Sus lecturas, sus obsesiones, sus santos patronos de la poética, se van encargando de hacerle la vida menos escabrosa” dijo Margarito Cuellar al referirse a Regla de tres, de Javier Acosta, durante la presentación de las dos últimas ediciones de los libros ganadores del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde.
Gran Gala de ópera: la historia de los "castrati"
jueves, 13 de diciembre de 2007 § 2

Los días 12 y 13 de diciembre, a las 20:00 horas, se presentó en el Teatro Calderón una Gran Gala de Teatro a fin de conmemorar el 175 aniversario de la Universidad Autónoma de Zacatecas. La obra está inspirada directamente en “La historia de los castrati” de Patrick Barbier; Jorge Kuri –fallecido en 2005-, adaptó el texto como “De monstruos y prodigios”.
Una gran cantidad de público ocupó los asientos del teatro mientras 7 actores en escena y 13 creativos ilustraron la vida de un cantante de ópera denominado “castrati” y a partir de él la de otros que fueron representativos en la historia musical de Francia e Italia desde el medioevo hasta los inicios del siglo XX.
Raúl Román fue en la obra “Jean Paré”; Gastón Yanes “Ambroise Paré”, Javier Medina “II virtuoso”, Kaveh Parmas “Sulaimán”, Edwin Calderón “Baldassarre Galuppi”, Miguel Ángel López “Quirón” y Luis Fernando Villegas “Napoleón Bonaparte”. Representaron en escena a tres narradores, un maestro pianista, un cantante “castrati”, un joven castrado por accidente, perseguidores y perseguidos.
Pese a la manera en que hoy día se perciba a la castración –generalmente desagradable-, durante cientos de años se consideró una práctica noble en la medida que convertía a niños de carne y hueso en “ángeles” capaces de conmover al mundo con su voz, la cual, escuchándose sin conocer al emisor, podía confundirse con la de una mujer, un hombre y un niño al mismo tiempo.
El proceso de selección para que un niño estudiara en una escuela de música como “castrati” era arbitrario. Generalmente se buscaban entre la gente de campo; los padres enviaban a uno de sus hijos para mantener al resto, ya que, una vez convertidos en cantantes, eran muy apreciados sobre todo por las cortes reales y las iglesias, y recibían beneficios en abundancia, entre ellos los económicos.
Un mito destapó “De monstruos y prodigios” durante sus dos presentaciones en Zacatecas: la castración no impidió una vida plena a quienes se les practicaba. Incluso los “castrati” se consideraron perfectos donjuanes porque podían aparejarse tanto con hombres como con mujeres y en ellos no se veía el peligro de un embarazo. Seres perfectos, divinos, sobre el escenario despertaron pasiones en todo aquel que los escuchaba.
El debate comenzó en la época de la Ilustración: los “castrati” ¿eran artistas prodigiosos o seres monstruosos que desafiaban los mandatos de la naturaleza? En la obra teatral, fueron los Enciclopedistas Rousseau y Voltaire quienes renegaron de las orquidectomías practicadas con finalidades “superfluas”.
El oráculo de El principito
domingo, 14 de octubre de 2007 § 4
Antoine de Saint Exupery. El principito. Capítulo 5.
Poema XXXVI de Kenneth Rexroth
domingo, 30 de septiembre de 2007 § 5
La niebla era tan densa
Que no pude ver tu sombra
Cruzar frente a mi casa."
viernes, 21 de septiembre de 2007 § 2
viernes, 14 de septiembre de 2007 § 3
La casa en el laberinto
lunes, 3 de septiembre de 2007 § 3

No soporto el abandono. Voy como esa Ariadna que usted dice, sí, soltando poco a poco mi hilo dorado para que me encuentren, pero lo que no sabe es que estoy pendiente de cuánto lo estiran, las presencias se miden así: si no jalan suficiente, el asunto deja de tener importancia. Le suelto unos metros más si se pierde, corro y a ver si me alcanza. Entienda que estoy huyendo de mi padre, entienda que el sólo hecho de ayudarle a usted para encontrarme es ya una traición que yo me hago. En el centro está el Minotauro. Rodeo temerosa el laberinto, usted sabe en el fondo que no deseo encontrarme con él, que quiero que usted venga, pero el laberinto es mi casa, entiéndalo así. No sé si pueda o no matar al monstruo, en esta parte de la historia es difícil tan sólo pensarlo. Si quiere entrar no suelte el hilo, aunque vaya lejos hágame saber que lo sigue, estírelo, mire que mis manos lo sufren todo, mire que mi corazón es de agua y está puesto en ellas siempre. Mire que camino, mire que el miedo facilita la decepciones profundas. Mire que soy como una niña. Necesito hechos y palabras. Lo que necesito es que me atiendan y me salven. Mire que me pierdo, mire que voy.
Nahui Olin by Matías Santoyo
lunes, 27 de agosto de 2007 § 1

miércoles, 15 de agosto de 2007 § 2
-hermanos siameses que no están unidos."
El western es mejor que la vida
domingo, 12 de agosto de 2007 § 0

Seguramente para el Kid Bonachón y su archi enemigo el Malvado Vil, cada minuto es interminable, pero a quienes los miran del otro lado, sentados cómodamente en una sala y en completo anonimato, les invade el sopor de la certeza. A nadie le cabe duda: el héroe justiciero saldrá victorioso mientras el adversario muere, devolviendo así la paz a un pueblo olvidado, cuyas rutas se confunden con el polvo. A pesar de la desgracia ocurrida esta y cada vez que hay una historia western en el cine, permanece la sonrisa, porque se sabe que habrá un final. ¡Qué suerte! Esas cosas sólo pasan en las películas de vaqueros.
El cine es una estructura entretejida, donde cada elemento contribuye a nuestro pacto con la fantasía, desde la disposición adquirida una vez que elegimos la película, hasta el edificio poco habitual que nos da entonces el abrigo. Las salas de cine, antiguamente magnánimas, impregnadas de lujos arquitectónicos, elitistas; ahora llenas de colores chillantes, con fuente de sodas e incluso aires de tianguis dominical. Todo está dado para el encuentro; en este espacio es posible encontrar o redescubrir otros mundos, regresar en el tiempo, recorrer doscientas ciudades en pocas horas, encontrarse con otros o incluso con nosotros mismos.
Nos convertimos en presa fácil de lo que se proyecta. El cine permite conciliar otra faceta de nuestra vida, observarnos de lejos, que nos demos cuenta de las bondades o las penurias de nuestra existencia. Vemos a través de los ojos del otro cómo todo pude ser imperfecto, incluso horroroso, y con esta visión podemos justificar un profundo desencanto y una melancolía inagotable. O puede suceder al contrario, que otra mirada sea la que descifre la nuestra, y entendamos que el alma puede transformarlo todo, y así, que los momentos difíciles nunca fueron más que contratiempos de una vida maravillosa, llena de magia.
“No podemos vivir sin historias”, es esta la mejor justificación –y pretexto- para no abandonar el cine, se sostenga o no de fórmulas. Los gustos varían, pero lo cierto es que cada tipo de historia encierra sus bondades. Al cine de autor lo saboreamos sin certezas; aunque lo deseemos, es imposible la predicción. El film avanza, cada escena es un signo que nos invita al análisis, la interpretación. Vamos construyendo nuestra película conforme ella se devela ante nosotros. Y entonces, cada nuevo camino trazado es una incitación a cambiarlo todo en la construcción que teníamos apenas un segundo antes. Esa es la delicia.
En el cine denominado “de género” por otro lado, es posible presenciar un asesinato a sangre fría, al igual que los azares de una relación amorosa, y sufrirlos con calma, sí, sufrir serenamente. Sabemos de antemano que el camino irá, al fin, hacia algo seguro, que los personajes, luego de una vida tortuosa, se encontrarán y todo será diferente, tanto que se disolverán los malos ratos y eso nos contagia una promesa. El gozo es que estas películas nos atrapen, nos envuelvan, nos hagan sufrir con ellas, para después otorgarnos el descanso cuando todo termina.
El western, al igual que las comedias románticas, las películas de horror y las de suspenso, quizá los tipos de película más vistos, en su calidad de proyección y de pacto fantástico, son mejores que la vida porque representan el deseo. Son historias que quisiéramos o no vivir realmente, pero que de la voluntad no dependería vivirlas. En pantalla hay, casi siempre, situaciones inalcanzables que podríamos armar, posiblemente, si alguien se dedicara a captarnos para editar los mejores fragmentos y convencernos a nosotros y a los otros de que es eso nuestra vida. Pero en la imposibilidad está el encanto, la situación sería distinta si todos tuviéramos una vida como las que se cuentan los films.
El cine es un arte de gran belleza: nos ofrece, además de sus recursos, la captura de un instante. Ese retrato nos envuelve porque muestra el fragmento con mayor emoción, depurando de lo que nos pudiera ser irrelevante. Se trata de presenciar los detalles más significativos en la vida de los protagonistas, para compartir o incluso doblar las emociones que atraviesan ellos. Así, aunque nos adviertan la mediocridad del personaje, seremos testigos del minuto exacto en que se transforma, y disfrutaremos la metamorfosis junto a él, con la satisfacción de haberle reconocido antes de que llegara su golpe de suerte.
En su edición agosto-septiembre de 2006, la revista Tierra Adentro dedica sus páginas a los quehaceres del cine, y en cada línea se guardan los nombres y las perspectivas de jóvenes promesas, así como de investigadores experimentados, no sólo en el área del cine, también de las artes plásticas y de la literatura, quienes nos describen el universo que hay tras la pantalla grande, nos hablan de los elementos que lo constituyen, de su impacto, de las emociones que pueden provocarnos, e incluso nos develan secretos de la expresión cinematográfica en tanto arte, y de nosotros mismos, revelándonos qué es lo que involucramos cada vez que asistimos a una sala.
Son los expertos quienes nos caracterizan las mejores películas, a juicio las desgajan y las clasifican, para luego voltear el rostro y enseñarnos cómo hacer lo mismo sin sufrir en el intento. El critico, por su parte, nos confiesa sus rutas, sus decisiones y enemistades, y habla de cómo es que ha forjado su personalidad, siempre en función de su trabajo. Los investigadores se colocan ahora del otro lado para comprender al espectador, y remitirnos a experiencias compartidas. En la sección de fotografía, se nos ofrece un reencuentro con esos palacios donde nuestros padres y nuestros abuelos vieron su primera película, posiblemente uno de esos palacios sea el lugar donde se conocieron. La intimidad está en cada parte de esta revista.
Placer es la palabra que ahora nos remite al cine, y es también el mejor adjetivo de este número Tierra Adentro. Está el placer –y el reto- de recordar cuál fue nuestra primera película, el placer de meditar nuestras experiencias sobre el cine y el de ver el film a través de los ojos de otros, porque ahí estamos, muchas veces, nosotros mismos. Es esa belleza a la que responde la creación cinematográfica que nos conmueve; encontramos a los autores en ese lugar, compartiendo sus deseos para que veamos los nuestros reflejados en la pantalla. Y nosotros permanecemos en la búsqueda y la construcción de lo que somos y lo que queremos cada vez que presenciamos algo, con ese ánimo del vouyerista que disfruta sin tocar, atravesando la mirada en un momento que no es suyo, pero que al contemplarlo, de muchos modos ya le pertenece. Es indudable que cada película tiene mucho de nosotros o viceversa, porque nos refleja silenciosa y sonriente, aunque apenas le hayamos conocido.
Acudir al cine es un encuentro constante con lo que no podremos vivir, y en ese ínter hay un diálogo entre los autores y su público, en la medida que las películas reflejan, de mayor a menor grado, los deseos de unos y otros. Se plantea un deseo desde que nace, y se vuelve otro cuando la película es observada. Ahí radica el encanto. El ánimo del vouyerista que disfruta sin tocar, sólo inmiscuyéndose, atravesando la mirada en la casa del vecino, para ver algo que no es suyo, pero que al contemplarlo, de algún modo también le pertenece. En este sentido el cine se acerca y aleja de nosotros mismos, primero porque representa un deseo que responde a nuestra intimidad, y luego porque es en la proyección donde nos podemos ver reflejados, en una especie de desdoblamiento, para darnos cuenta de cómo marchan nuestras vidas.
Diario de sueños 3

Diario de sueños 1
miércoles, 11 de julio de 2007 § 2

Negro y blanco
miércoles, 13 de junio de 2007 § 3

"Los momentos son como bastones: mitad blancos y mitad negros.
No ordenes tu vida por medio de dibujos hechos con las mitades blancas.
Pues encontrarás en seguida los dibujos hechos con las mitades negras.
Que cada negrura esté atravesada por la espera de la blancura venidera."
El libro de Monelle. Marcel Schwob
Negro y blanco.
La desilusión y la espera.
así pasa en el vacío,
también en los llantos decisivos,
en las líneas moribundas
de este animal en llamas.
Excelente fotografía de http://www.afondo.org/
Recuerdo para un 23 de octubre
miércoles, 6 de junio de 2007 § 5

viernes, 18 de mayo de 2007 § 2

La poesía de Nemer Ibn (tomado de su libro La noche de los monosílabos)
domingo, 13 de mayo de 2007 § 0
martes, 6 de marzo de 2007 § 7
Un libro que debe leerse
domingo, 25 de febrero de 2007 § 2

La deuda que tiene el mundo
domingo, 11 de febrero de 2007 § 1

"Aguante usted el ser calificada de nerviosa. Pertenece usted a esa familia magnífica y lamentable que es la sal de la tierra. Todo lo grande que conocemos nos viene de los nerviosos. Ellos y no otros son quienes han fundado las religiones y han compuesto las obras maestras. Jamás sabrá el mundo todo lo que se les debe, y sobre todo lo que han sufrido ellos para dárselo."
Marcel Proust. En busca del tiempo perdido, III.
La deuda que tiene el mundo
lunes, 5 de febrero de 2007 § 0

Marcel Proust. En busca del tiempo perdido, III.
Rudimentos de una poética

Dice Rainer María Rilke en sus cartas que casi todo lo que vivimos pertenece al reino de lo indecible. Existen aún muchas sensaciones aún no descritas, aunque a todo el mundo le hubiesen sacudido alguna vez los huesos. Posiblemente no faltan las palabras sino la forma más cercana para referirse a lo no dicho, para eso -lo podemos constatar en la obra rilkiana- se requieren grandes esfuerzos, pues hacer un hallazgo tan profundo que concierna a la vida humana en el que se traduzca un sentimiento que aún no se nombraba, es un acto que pertenece por excelencia a los poetas, verdaderos conocedores de las emoción.
Yo no pretendo con esto hacer labores de escritor, sino que aspiro a conocerme a mi misma y a mis posibilidades con el lenguaje porque sé que gran parte de mi aún pertenece a los silencios. Quisiera un día, por supuesto, alcanzar un dominio sobre el lenguaje y utilizarlo en la escritura, esa es una de mis metas, pero la realidad es que entre más se avanza en el conocimiento y más se comprende la dificultad del idioma español, menos esperanzas se tienen de alcanzarlo, pero creo que esa especie de “angustia” es el elemento necesario para no desertar y obtener buenos resultados.
La meta es empezar con mis propios silencios, arrancarles lo que sea posible, siempre a favor de mi comunicación interna y la que tengo con los demás. Si se habla de lo inaprensible, quizá las palabras sean entre todo la única certeza y el buen uso de ellas puede servirnos como una herramienta “práctica” para adquirir y transmitir conocimiento, sea cual sea su naturaleza. Es para esto, para darle batalla al silencio y robarle un poco de música, para lo que me sirve el lenguaje.
Vida, obra y muerte del pájaro que con la pata izquierda le da vueltas al mundo
jueves, 18 de enero de 2007 § 3

Lo descubrió por accidente, ritmos del corazón guían su pata izquierda. Un dos tres, un dos tres, y un espasmo revierte el ruido y el silencio. Invade la música.
El pájaro rie de quienes observan las estrellas, no entiende la astronomía. Un desliz de su pata en la entraña polar y ya está, el mundo gira. Eje igual a pata y rotación.
Ahora hay tres notas de charleston en sus dedos. La tierra baila ese compás. El movimiento es ritual de alegría y nadie sabe a dónde irá el mundo si un latido se detiene; nadie sabe qué será del mundo cuando la música y el pájaro recuerden que existe la pata diestra.
Imagen tomada de www.arteuy.com.uy/CaubarrereO/odile21328g.htm
Apocalipsis
lunes, 8 de enero de 2007 § 4

que maquilla el tiempo
¿se romperá?
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